martes, 13 de noviembre de 2018

Algo sobre el discernimiento vocacional

No tengan miedo de sumergirse en su intimidad
Discernir designa el proceso de distinguir, separar, aclarar cosas que pueden resultar oscuras o muy mezcladas.

Al discernimiento le sigue la decisión y la acción. No basta con saber diferenciar entre el día y la noche, entre lo salado y lo dulce. Si no se pasa a la fase decisoria todo queda estéril e inútil.

Para quien discierne una vocación lo primero es tomar conciencia de que Dios le dio una. No es, por lo tanto, un privilegio de algunos pocos elegidos y del cual nos vemos exentos los mediocres. Sí, porque para el Señor, ninguno de sus hijos es mediocre.

Por eso el discernimiento vocacional constituye un sano deber moral que todos debemos realizar continuamente. Sano, porque el negarnos a él nos conduce a la frustración y a que el entorno tome las decisiones que nos competen a nosotros y terminemos en situaciones que nos resulten odiosas. Si uno no decide, la vida termina decidiendo por uno; pero lo tremendo es que muchas veces no es la vida (entendida como impulso vital positivo que invita al crecimiento), sino los demás. Ahora bien, si "los demás" se toman el atrevimiento de decidir por alguien y lo avasallan, esos "los demás" no son muy buena gente. Por tanto, cumplir con este deber es hacernos cargo de nuestra persona; es el camino a la auténtica realización de sí mismo, con la consecuente alegría que ello nos da y que tiene la capacidad de alegrar también a quienes nos rodean. Dicho de otra forma el discernimiento es un sano deber moral que nos conduce a la propia madurez.

¿Quieres ser feliz y hacer felices a los demás?. ¿Quieres madurar?. Discierne. ¿Qué es lo mejor que puedes hacer con tu vida? Eso mejor que puedes hacer es lo que Dios quiere de ti, es a lo que te llama, es tu vocación.

Un abrazo grande y no tengan miedo de sumergirse en su intimidad, no tengan miedo de hacer iluminar esa intimidad con la Palabra de Dios y la vivencia de los Sacramentos. No tengan miedo de buscar un amigo espiritual, un mayor en la fe, un "padrino/a" (alguien que también viva iluminado por el Evangelio de Cristo) que los acompañe. No teman tampoco hacerse cuestionar por las cosas que ven a su alrededor, sobre todo por el sufrimiento de los demás. Todo eso forma parte de discernir la propia vocación.

El camino es apasionante y puede comenzar hoy...

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