domingo, 5 de febrero de 2017

Vocación a "Marcar la Diferencia"

Después de las Bienaventuranzas en el Evangelio de San Mateo (5, 3-12) en cuales Jesús nos señala nuestra vocación a ser felices (spot anterior), continúa su enseñanza diciendo:




"Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres.
Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña. Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa. Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo" (Mt 5, 13-16)

Es decir, en tanto nos esforcemos por vivir las Bienaventuranzas somos luz y sal. Ser estas cosas también es parte de nuestra vocación y eso nos lleva a  marcar una diferencia

Efectivamente, nuestras comidas tienen cada una su sabor propio (no es lo mismo una lechuga que una zanahoria). Sin embargo, cuánto cambian cuando son sazonadas. Hay una diferencia abismal entre el alimento insípido y el bien saborizado con sal. 

De la misma manera, la diferencia que hay entre un plato insulso con uno convenientemente salado es la que debiera haber entre un ambiente en el que hay un cristiano que vive a fondo su vocación a las Bienaventuranzas, de aquel otro donde no lo hay. Es la misma diferencia que uno puede notar entre un lugar oscuro y otro bien iluminado.

Se trata de diferencias notorias, indisimulables, como una ciudad puesta en la cima de una montaña: se la ve desde todos los puntos cardinales. En este sentido, marcar la diferencia no quiere decir vivir o expresar la fe de modo estrafalario. Cuando queremos ser cristianos extravagantes ya no portamos la luz, ni el sabor de Cristo, sino el propio, y ese sabor y luminosidad es bastante exiguo y pobre. Es ahí cuando la sal de las Bienaventuranzas pierde su sabor y ya no sirve para nada. No en vano Jesús utilizó como ejemplos de ser cristianos elementos tan simples y cotidianos como la sal y la luz; no recurrió a imágenes de cosas extraordinarias.

Nuestra vocación a las Bienaventuranzs que se concreta de distintas maneras: sacerdocio, consagración especial, matrimonio, es la que nos lleva a marcar la diferencia en este mundo poniendo el sabor y el color (la luz) de Cristo.

Pero marcar la diferencia no quiere decir tampoco constituir una élite espiritual de excelsos, separados del resto de la humanidad, al contrario, significa ser cristianos inmersos en todas las realidades de la gente.(1)

La sal es buena no en tanto se guarda en el frasco, sino en cuanto saboriza todos los ingredientes de la comida. La luz es buena en tanto alumbra a toda la casa... Los cristianos estamos llamados a marcar la diferencia no aislándonos, sino mezclándonos con todos. No hacerlo es perder luminosidad y sabor.

Pidamos entonces, vivir la vocación que Dios nos dio sin caer en espectacularismos que buscan ponernos en el centro de la escena, sin aislamientos que sostienen una superioridad farisaica. Vivamos las Bienaventuranzas en el simple caminar de cada día con la gente y las circunstancias históricas que nos son propias, porque eso es marcar la diferencia.

María Santísima con su ejemplo y oración nos ayude en esta vocación, la de marcar con humildad la diferencia traída por Jesús.

(1) La vocación de los contemplativos en clausura perpetua no es esto. En su retiro (no aislamiento) se unen a todos. Hacen penitencia con los que se arrepienten, pero también la hacen en lugar de los impenitentes endurecidos en sus males. Alaban al Señor con los alegres y también en nombre de los abrumados de dolor. Rezan por los que no oran y junto a los que oran. Piden por todos y con sus labores comparten las fatigas del mundo de los trabajadores. Comparten voluntariamente las privaciones de los pobres en la austeridad de su vida.
       
P Flavio Quiroga

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