sábado, 1 de abril de 2017

La Vocación, una Amistad

El Evangelio de Juan en su Capítulo 11 trae el sobrecogedor relato de la Resurrección de Lázaro (1-45)

Es interesante prestar atención a la vida de este amigo entrañable de Jesús, porque precisamente no es una sola sino dos y es de esperar que después del hecho extraordinario de volver a la vida muchas cosas habrán cambiado en aquella persona en su segunda etapa y esto es donde tiene un parecido con la vocación en cualquiera de sus instancias, sea consagrada, laical, sacerdotal, matrimonial.

Tras la experiencia de la muerte, Lázaro habrá encarado las cosas de manera distinta. Es lo que sucede con quiénes dicen haber vuelto del más allá y aún con aquellos que no llegaron tan lejos, pero estuvieron temiblemente cerca. Los enfoques, las actitudes, las relaciones, todo es redimensionado a partir de esa experiencia. Todo cambia...

Es lo mismo cuando la vocación aflora en nuestra vida. Es como una existencia nueva, o acaso haya que decir es como una nueva capa de vida. A veces eso implica el abandono de costumbres, personas o cosas que eran ciertamente nocivas para nosotros. A veces no, porque lo que hacíamos no era malo... o tan malo. Pero igualmente en este último caso la experiencia de sentirse llamado conlleva a un replanteamiento total, aunque básicamente no haya nada que cambiar, o dejar atrás.

De hecho, en el relato Lázaro sale de la tumba tras escuchar la fuerte voz de Jesús. Sale respondiendo al llamado de alguien especial, no sólo porque se trata del Mesías, tal como lo reconoce su hermana Marta (11, 27), sino porque antes que eso se trata de su amigo...

Esto es lo fundamental de la experiencia vocacional, descubrir a Jesús como un amigo. Amigo que con su amistad es capaz de dar un significado a nuestro vivir, un sentido, una vocación y acaso sea este el primer paso para descubrir la nuestra. Buscar el trato amical con Cristo, antes que el compromiso ético, antes que tomar conciencia de nuestras capacidades, de nuestros gustos...

Lo hermoso de toda vocación, lo que la hace posible y capacita para todas las renuncias que conlleva es ser amigos de Cristo. Más aún, la respuesta afirmativa a su llamada, se debe a la amistad que se tiene con Él y el perseverar en ella tiene la misma raíz. Porque cuando uno flaquea o cae en la fidelidad a la vocación es el Señor, en calidad de amigo cercano el que levanta y el que incluso nos resucita, como a Lázaro.

Pidamos a María Santísima que nos ayude a descubrir la voz de nuestro amigo, el que nos da nueva vida, la de la vocación.

P Flavio Quiroga

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