sábado, 29 de abril de 2017

Nuestra vocación, siempre renovable

Para el Evangelio de Lucas la primera aparición de Cristo Resucitado se produce en el  camino de Emaús (24, 11-33). Dos discípulos abandonan Jerusalén y dejan tras de sí una comunidad de amigos y el proyecto de vida propuesto por Jesús, dirigiéndose hacia esa aldea.

Acaso su problema, además de la trágica desaparición del Maestro, consistía en que no habían comprendido la necesidad del sufrimiento en el plan del Señor (Cfr. Lc 24,26) Querían un Mesías triunfador, no uno resucitado de entre los muertos. La diferencia entre ambos modelos estriba en que uno debe padecer y el otro no. Uno salva y el otro solamente soluciona los problemas temporales de la vida, pero no la vida entera.Uno redime y el otro no... Uno cumple la voluntad el Padre, el otro la traiciona.

Nosotros, como aquellos discípulos de Emaús hemos sido llamados de alguna forma por el Señor. De alguna manera lo seguimos, aunque algunos lo hagamos desde lejos. La cuestión es qué expectativas tenemos respecto del Maestro, o de la fe que Él predica, o de la comunidad de creyentes que es su Iglesia.

Porque de eso depende nuestra cercanía y permanencia en cada una de estas instancias...

No hace mucho supe de un hombre que decía que la Iglesia no contenía a la gente, por eso muchos se iban no sólo a otras formas de cristianismo, sino incluso a otras religiones o concepciones filosóficas que no condicen del todo con el mensaje de Jesús.

¿Qué se entiende por contener a la gente?¿Predicar un Cristo que llega a la Gloria sin pasar por el Gólgota? ¿Hablar de un Jesús "útil" para solucionar problemas económicos o de salud, sin que llegue a plantear los grandes cuestionamientos de la vida, ni proponga cambios en la orientación moral de las personas; que no pida conversión?

Si la Iglesia quiere ser fiel a su Maestro, resucitado después de tres días de muerte real en una tumba, no puede hacer eso. Aunque se vayan muchos.

Pero es interesante mirar a Cristo que, ante la fuga de estos discípulos que no se sintieron contenidos por la comunidad y estaban defraudados por su mensaje y su misma persona, Él no los abandona. En su deserción, Jesús les sale al encuentro en el camino. Podríamos decir que va a buscarlos.

Jesús va a renovarles el llamado a seguirlo, para que re-asuman el estilo de vida basado en el amor y no en el poder, las intrigas, los intereses mezquinos y un largo etcétera. Lejos de abandonarlos en sus extravíos se les acerca, los interroga, los escucha, les enseña, los anima (les hace arder el corazón) y les parte el pan en su casa.

Es hermoso sabernos convocados por un Maestro así, que nunca pierde su ilusión y su esperanza en nosotros. Que nos llama incluso cuando hemos decidido desertar y cuando lo hace nos abre los ojos para que nuestro seguimiento sea más genuino.

Ojalá podamos reconocer a Jesús que nos llama perpetuamente, incluso cuando nos hemos alejado de Él y nos vamos a probar otras alternativas. Un Jesús que cada vez que lo hallamos en el camino nos lleva a seguirlo con más entusiasmo y entrega, como los discípulos de Emaús.

Algunos detalles más para nuestra reflexión. Primero: los discípulos lo llegan a reconocer gracias a su hospitalidad desinteresada. Segundo: lo reconocen al partir el pan, el pan de la caridad y el pan de la Eucaristía. Tercero: el Señor nos muestra el comportamiento que debemos tener con aquellos que se alejan desilusionados del cristianismo o de la Iglesia: salir a su encuentro, ir a buscarlos, hasta que sus ojos se abran.

P. Flavio Quiroga

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