jueves, 10 de enero de 2019

El discernimiento eclesial de los carismas

Habíamos dicho que los carismas comunitarios son una forma específica que el Espíritu Santo despierta en un fundador/a para responder a una necesidad propiamente humana (por ejemplo hambre, ignorancia, postergación social, enfermedades, etc...), pero desde la Iglesia.

Podemos entenderlos también como distintas formas de un único amor a la Iglesia. En efecto, muchos de los carismas miran no sólo a necesidades humanas fuera de la Iglesia, sino también otras que se producen en su interior. A veces algunos tienen la misión de reformar situaciones eclesiales que han perdido su autenticidad evangélica.

Si se quiere puede decirse que los carismas son  las múltiples formas de ser Iglesia de Cristo en diversas circunstancias de la historia, las cuales se ofrecen hacia fuera y hacia dentro de Ella para concretar una vía de acceso al Reino de Dios; o para saciar las indigencias del espíritu humano en necesidades temporales. Esto teniendo en cuenta que el Reino de Dios no está aparte de la temporalidad humana, porque se va concretando en ella y ella está potencialmente preparada para recibirlo y realizarlo; pero ese es otro tema que podremos dejarlo para otra vez.

En fin, se trata de experiencias comunitarias producidas por el Espíritu Santo dentro de la Iglesia, como si ésta fuera una especie de útero en el que se gestan. Experiencias que replican en distintas formas y épocas el inabarcable misterio de Cristo hacia las que nos sentimos atraídos casi irresistiblemente como discípulos suyos.

Esta pertenencia a la Iglesia trae como consecuencia que es Ella quien debe discernir la autenticidad de estas experiencias, para determinar si se trata de dones del Espíritu Santo. Sí, porque lamentablemente algunas de ellas pueden ser fantasías de algunas personas que pretenden compensar falencias (aveces patológicas) de su personalidad; algo tiene que ver con el tema de los mesianismos del artículo anterior. Esto sin descartar la actuación del mal espíritu que puede tomar apariencias de bondad en la supuesta inspiración de una obra conveniente y buena, pero que en realidad esconde intereses que no son los de Cristo Jesús. Y esto incluso contando con la buena voluntad de gente sincera y entregada.

Por eso la Iglesia ante el aparente nacimiento de carismas comunitarios, se toma un tiempo para dilucidar su autenticidad o no. En esto tiene mucho que ver lo que plantean quienes lo inician; no se puede proponer un carisma cayendo en la indeterminación de aquellos elementos que lo constituirían. Tiene mucho que ver también los frutos de santidad de vida que dicha propuesta va ofreciendo a la Iglesia. De manera que no es solamente lo que se propone en teoría, sino también lo que se produce en la vida eclesial y de las personas.

Con el paso del tiempo las propuestas carismáticas van aclarándose y tal vez incluso replanteándose y corrigiéndose y la Iglesia comienza a darles su aprobación explícita. Suele ser un camino largo lleno de prudencia y no exento de sinsabores.

Además los carismas están dentro del concierto de la Iglesia toda y tienen como fin servirla en su misión concretándola en situaciones particulares. Es muy comprensible entonces que la comunidad eclesial se tome muy en serio el hecho de reconocerlos y aprobarlos tras haberlos puesto a prueba en su fidelidad al Evangelio de Jesús. Si un pretendido carisma dañara la Iglesia, no puede considerarse como venido del Espíritu Santo, pues Él no los suscita con esa finalidad.

Cuando nace un carisma, la comunidad de discípulos comienza un camino de discernimiento cuya figura principal y su expresión ineludible será el Obispo de aquel lugar en donde comenzó. Podrán sumarse muchas voces de la colegialidad de los Obispos según vaya expandiéndose la experiencia del Espíritu que irán corroborando o no su reconocimiento y en muchas ocasiones será la autoridad del Santo Padre la cual dará el toque final.

Siempre es el Obispo de un lugar quien debe determinar, tras un camino de diálogo sincero y profundo la conveniencia de un pretendido carisma, cuando este todavía está en ciernes. Pero incluso compete a él, determinar la conveniencia o no de la inserción de carismas reconocidos por la Iglesia dentro de la comunidad a su cargo. Dicho de otra forma, por más que ciertos carismas estén plenamente aceptados, si un Obispo no los considera convenientes para su grey, no deben instaurarse en la Diócesis.

La humildad para convivir con todos los demás carismas en la comunión católica y en consecuencia con la obediencia debida a los Apóstoles en sus sucesores los Obispos, serán gran prenda de autenticidad de un carisma vocacional comunitario.

A nivel personal esto nos lleva saber que cuando experimentamos el llamado a vivir determinado carisma, es en comunión con quienes ya lo viven, con otras personas que forman parte de la Iglesia, cómo debemos dilucidar nuestra vocación a participar de él o no. Al decir del Papa Frnacisco no existe la selfie vocacional. No basta con lo que sientes, o puedes, o crees. Es todo eso, pero siempre dentro de una comunidad eclesial. Lo vemos con mayor detalle más adelante, ¿les parece?

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