domingo, 30 de diciembre de 2018

Los Carismas Vocacionales comunitarios

Nuestro carisma vocacional, ese estilo de seguir a Jesús, que el Espíritu Santo despierta en nosotros, es más grande que nosotros, nos trasciende. Nos supera como individuos y también en el tiempo, porque el Misterio de Cristo nos excede y sin embargo nos abarca. Es lo que vimos en el artículo anterior.

Por eso, cuando comenzamos a descubrir nuestro carisma vocacional nos damos cuenta de dos cosas. Ni somos los únicos, ni los primeros. En algunos casos esto es todo un reto para abandonar nuestras pretensiones de originalidad y abrirnos en un abrazo a otros hermanos generando un sentido de pertenencia que nos hace mucho bien.

En efecto, el Señor ha querido tener una comunidad de discípulos, de entre los cuales señaló a Doce dándoles el nombre de Apóstoles, pero el grupo de seguidores era mayor (Mt 10, 1-4; Mc 3,13-19; Lc 6,12-16; 9,1; 10,1). Y esto es muy interesante, porque Cristo no buscó un solo discípulo,ni un solo apóstol, ni nombró un sucesor(1), sino que erigió una comunidad de seguidores y esto nos deja libres de caer en los típicos mesianismos que generan dependencia e impiden madurar como personas.

El mesianismo, cuando no es el de Jesús, es un fenómeno típico en muchas relaciones sociales. Se da cuando alguno se erige como único y excelso salvador de un grupo (una especie de falso Cristo), del que todo depende, cuya autoridad es inapelable e indiscutible. Consigue esto tras una carrera cuya finalidad ha consistido en producir admiración y sumisión a su persona. El líder nocivo de estas comunidades es alguien que se especializa en masificar a sus seguidores (que parecen esclavos) e impedirles desarrollarse por sí mismos. En casos extremos, llega a adueñarse de su conciencia; el bien o el mal, hacer o no hacer algo, depende de lo que diga el jefe. Los mesianismos terminan siendo fanatización.

Lo más terrible de este fenómeno es que genera grupos cerrados en torno a su falso mesías, incapaces de dialogar con otros, con una mentalidad separatista (sectaria) que experimenta una sensación de superioridad frente a cualquier otra comunidad. Ellos son los mejores y acaso los únicos. O bien toman ese estilo por el pánico que les produce enfurecer a su guía, o también porque no se atreven a ver las cosas desde perspectivas distintas.

Volviendo a lo que les decía, Jesús ha querido tener una comunidad de discípulos libres e incluso amados por Él con sus propias características individuales, hasta el punto que varios de ellos hasta tienen apodos (Cf. Mt 10,3;-4; Mc 3, 16-17 Lc 6, 15; Jn 13, 23; 20, 24), pero siempre formando parte de la comunidad.

Por eso los carismas con que queremos seguir a Cristo son siempre comunitarios y consisten en la índole propia de las diversas instituciones, grupos, movimientos, congregaciones, órdenes, espiritualidades, estados de vida, etc...

Esta idiosincrasia de las diversas formas de agrupaciones, vendría a ser como una especie de identidad propia que la distingue de los demás. Sin embargo esta individualidad no puede entenderse como separación del resto de la Iglesia.

El carisma entonces tiene ciertos rasgos identificatorios, como por ejemplo su finalidad, su espiritualidad. Ofrece también un estilo particular de apostolado y santificación para quienes se sienten atraídos por él. Por otro lado,  va creando una tradición específica al punto que incluso ciertas obras, prácticas, insignias o formas de vestir, pueden ser considerados como parte de él.

Por lo general, muchos carismas nacen de la experiencia de un fundador/a asociado a un grupo de seguidores que pretenden responder a alguna necesidad humana desde la Iglesia. Esto no quiere decir que quienes se asocian a un carisma así, deban ser copia fiel del inciciador/a, sino que éste ofrece una especie de ADN carismático que podrá ir desarrollándose a lo largo de la historia. Claro está que sin perder lo específicamente propio; aquella índole de la que hablábamos anteriormente.

Un último detalle que nos dejará listos para el próximo artículo es que todos los carismas vocacionales son fruto del Espíritu Santo que produce una vivencia especial del misterio de Cristo dentro de su Iglesia. Por eso los grupos que siguen un verdadero carisma del Espíritu, nunca pueden escindirse de Ella. Las consecuencias de esto las dejamos para después.

(1) Simón Pedro es constituido por Jesús como el Principal entre los Doce, pero no su sucesor. Es el que los preside en la Caridad, pero sin dejar de ser hermano de ellos. Es el Vicario de Cristo, pero no lo suplanta. Tal vez por eso, los escritos del Nuevo Testamento no han  disimulado sus desaciertos.