viernes, 16 de junio de 2017

Eucaristía y laicos consagrados

Estos bautizados se consagran a Dios y a sus hermanos por medio de votos o promesas, sin dejar de ser laicos y sin formar familia. 

A través de sus promesas o votos, realizan la total entrega de su vida al Señor para construir el Reino de Dios en medio del mundo o ambiente que les toca vivir, sin hacerse religiosos, ni vestir ninguna forma de hábitos o uniformes. Sus votos que son de pobreza, castidad y obediencia, también los llevan a vivir en servicio, solidaridad y entrega a los pobres, enfermos y necesitados en su pueblo.

Generalmente forman parte de grupos llamados Institutos Seculares, ya que se trata de asociaciones formadas por laicos, no por religiosos (de estos hablaremos en un próximo artículo). Los laicos consagrados pueden agruparse en comunidades o no: pueden vivir en su familia de origen o en otra, pero a raíz de sus votos, no pueden fundar un hogar con otra persona y tener hijos con ella.

Muchas Ordenes, Congregaciones e Institutos,  principalmente creados para formar comunidades religiosas, tienen instancias para que haya quienes, sin dejar de ser laicos en el mundo, adhieran a su espiritualidad. Son como una ampliación de su carisma inicialmente religioso que llega a alcanzar no sólo a laicos que se consagran, sino también a laicos casados.

A este tipo  de consagración laical se suma el del Orden de las Vírgenes, que fue una de las primeras formas de consagración de cristianas en la Iglesia y fue restaurado recientemente por el Concilio Vaticano II. Si bien es cierto no hacen los votos de pobreza, castidad y obediencia, realizan una donación total de sí mismas a Cristo, mediante un desposorio místico con él.

Los laicos consagrados trabajan en la misión de extender su amor a todas las personas en los ambientes donde se desempeñan: oficinas, escuelas, hogares y en cualquier otra forma de trabajo digno dentro de la sociedad, expandiendo su amor, su servicio, su contención, sin formar pareja, ni casarse.

Sus manos impulsadas por el Espíritu Santo se infiltran en la sociedad civil para construirla según la verdad del Evangelio y de la Santa Iglesia, de manera que el Reino de Dios se vaya haciendo presente desde dentro de las estructuras y realidades humanas que no son necesariamente religiosas.

Para ellos, que viven en medio del mundo común y corriente, consagrándose con sus votos o promesas exclusivamente al Señor, la Eucaristía es su alimento y sostenimiento indispensable. Sin nutrirrse de Ella en la comunión, la oración de adoración y escucha de la Palabra, les sería imposible ser fieles a su vocación en ambientes en los cuales no siempre es bien vista la fe o el compromiso de vida crisitiana.

Muchos jóvenes pueden estar siendo llamados a vivir de esta manera. Sepan que Jesús está a la puerta de su corazón y los espera, hasta que decidan. Necesita de sus manos, de sus pies, de su disponibilidad para realizar la tarea  que el Señor les pide en medio de las realidades cotidianas, compartiendo en muchas cosas las angustias y necesidades de todos, llevándoles un testimonio de vida fundada en el Señor que nunca se desentiende de los hombres y mujeres sufrientes, de sus anhelos legítimos y sus proyectos de bien.


Pidamos a Jesús, presente en este Augusto Sacramento la gracia de escucharlo y cumplir su voluntad. 

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